TEMA 7. LAS DEFORMAS ECONÓMICAS DEL REINADO DE CARLOS III. (1759-17889
A continuación, el siguiente resumen está sacado de la página que se expone tras estas líneas.
Considero que es un buen resumen y mi única labor ha sido reducirlo un poco más para que quede en no más de cinco caras de folio, para poder facilitar así al alumnado su labor de síntesis.
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Tema 7: Las reformas
económicas del reinado de Carlos III. (1759-1788)
1.-Introducción.
El modelo económico-social y político del Antiguo Régimen fue
durante el siglo XVIII duramente criticado por los ilustrados. La nueva
corriente de pensamiento tuvo su origen en Francia, pero se extendió
rápidamente por toda Europa. Los ilustrados creían que los hombres, conducidos
por su inteligencia, podían alcanzar el conocimiento, que era para ellos la
base de la felicidad. Por ello eran firmes partidarios de la educación y del
progreso, estas ideas llevaron a la crítica los principios de la sociedad
estamental, negando los privilegios propios de las sociedades del Antiguo
Régimen y afirmando la igualdad y el
derecho a la libertad de todos los
hombres. También defendieron la propiedad
y la libertad de comercio e industria. Asimismo, defendieron la tolerancia
religiosa.
Por último se enfrentaron al absolutismo monárquico, defendiendo
la necesidad de un contrato entre
gobernantes y gobernados que garantizasen los derechos básicos del individuo, la necesidad de la separación de poderes (Legislativo,
Ejecutivo y Judicial) y el principio de la soberanía
popular, afirmando que el poder emana del libre consentimiento de los
ciudadanos, expresado mediante el voto.
Las ideas ilustradas fueron asumidas en parte desde el poder
en lo que se ha denominado Despotismo
Ilustrado, forma de gobierno que concilió el absolutismo monárquico con el
espíritu reformista de la Ilustración. Alguna de sus premisas fueron aceptadas
por los reyes; mejora de la economía, la racionalización del Estado y el
impulso a la educación.
Las ideas de la Ilustración calaron en una minoría de
intelectuales españoles pertenecientes a la baja nobleza y a la burguesía que,
centraban sus actividades en profesiones liberales: médicos, abogados,
escritores y actividades industriales y comerciales. La preocupación básica de
los ilustrados era encontrar soluciones a la decadencia española. Para ello propugnaban: una reforma del sistema
educativo, primando el estudio de las ciencias, para lograr un progreso técnico
y científico; una crítica a los estamentos privilegiados, por considerarlos
clase improductivas que paralizaban la modernización de España, y un desarrollo
de las actividades económicas fomentándolas a través de las “Sociedades Económicas de Amigos del País”.
Llegaron al poder en el reinado de Carlos III y desplegaron una amplia política reformista, destacando
entre ellos el padre Feijoo, el padre
Flores y los políticos Campomanes,
Floridablanca, Jovellanos y Olavide.
A pesar de las ideas ilustradas se mantuvo intacta la
concepción absolutista de la monarquía española durante el siglo XVIII,
iniciada con Felipe V y que siguieron sus descendientes. En este contexto se
impulsaron reformas para fortalecer el Estado mediante la centralización
política y la uniformidad legislativa institucional. Una manifestación de este
absolutismo se aplicó al control de la Iglesia mediante el regalismo, mediante el cual los monarcas se aseguraban el control
político y económico de la Iglesia.
El largo reinado de Carlos
III (1759-1788) debe ser considerado como la plenitud de la Monarquía
ilustrada. El nuevo monarca era hijo de Felipe V y había reinado ya durante un
cuarto de siglo en Nápoles, donde adquirió una experiencia de gobierno que le
permitió tener muy claros sus objetivos, en el sentido de incrementar el peso
de una Monarquía reformista. Durante los primeros años del reinado de Carlos
III, la política de reformas fue impulsada por un Gobierno dirigido por
ministros italianos que vinieron con él desde Nápoles. Estos ministros
representaban una opción reformista más radical. Estas políticas suscitaban la
oposición de los privilegiados y también las protestas del pueblo, que percibía
las reformas como medidas de inspiración extranjera que alteraban costumbres
tradicionales de la sociedad española.
Las reformas llevadas a cabo provocaron una gran oposición
que estallo en el motín de Esquilache de
1766. Las causas del mismo fueron: la existencia de un malestar popular por
la carestía y los elevados precios del pan, la oposición a la presencia de
extranjeros en el gobierno y a la oposición de los privilegiados a las medidas
reformistas del ministro. A todas estas
se añada la prohibición de indumentaria tradicional entre los hombres como el
sombrero de ala ancha y las capas largas. Como resultado de todo ello estalló
una violenta revuelta que significó el cese de Esquilache y la paralización del
reformismo más avanzado
2.- Desarrollo.
Reformas económicas del reinado
El aspecto más característico del reinado de Carlos III fue,
sobre todo, el intento de solucionar algunas cuestiones económicas y sociales
que apenas habían sido afrontadas en reinados anteriores. Tras la destitución
de Esquilache, la política
reformista adoptó un tono más moderado y sus promotores serán básicamente Campomanes, el conde de Aranda y
Floridablanca, en una segunda línea destacaron Pablo de Olavide y Jovellanos. El pensamiento de los ilustrados
españoles se centra en una preocupación básica: la decadencia de España tiene una
raíz económica. Algunos de los puntos básicos de su pensamiento fueron: - La
necesidad de desarrollar en España el cultivo de las “ciencias útiles”
(matemáticas, física moderna, química, mineralogía...). Para ello es preciso
renovar totalmente el sistema educativo del país, desde la enseñanza primaria y
profesional hasta los estudios universitarios. - Análisis crítico de la
estructura económica y social del país para buscar soluciones.
El impulso de las políticas reformistas fue un medio para
afrontar las necesidades derivadas del aumento de la población, ya que durante
el siglo XVIII se registró un continuo crecimiento demográfico. Este estuvo
acompañado de una expansión agrícola en la que se explotaron nuevas tierras,
sin embargo se mantenían unas estructuras de propiedad de tipo feudal y los
rendimientos agrícolas seguían siendo muy bajos La industria manufacturera era,
en general, muy escasa y orientaba su producción al ámbito local, tampoco
existía un mercado interno relevante que pudiera absorber gran cantidad de
mercancías industriales. A excepción de Cataluña, que exportaba tejidos de
algodón a las Indias, ninguna región española contaba con una industria
importante. A esta situación contribuía una deficiente infraestructura de
transporte.
2.1 El camino de las
reformas: La agricultura
Fue durante el siglo XVIII la base de la economía española.
Apenas hubo modernización y si aumentó la producción fue porque se pusieron más
tierras en Cultivo. En cuanto a la propiedad, gran parte de las tierras
cultivables estaba en manos de la nobleza y de la iglesia y se les denomina “manos muertas”, porque no se podían
vender ni repartir y además los grandes propietarios mantenían ciertos derechos
señoriales de origen feudal sobre las tierras de los campesinos.
El camino a seguir se planteó en “El tratado de la regalía de amortización” (1765) de Campomanes, y
ya en el reinado de Carlos IV, el “Informe
sobre la Ley Agraria” (1794-1795), de
Gaspar Melchor de Jovellanos. Estos planes señalaban un triple objetivo:
1.- Aumentar la producción agraria y lograr un mercado libre de trabas
institucionales (precios intervenidos, peajes...) que incrementara los
beneficios de los agricultores. 2.- Fomentar la estabilidad social, creando un
sector de propietarios rurales que trabajaran para aumentar los beneficios.
Este sector enriquecido daría, además, su apoyo al Gobierno. 3.- Elevar los
ingresos del Estado procedentes de la agricultura, estableciendo una
contribución sobre la renta agraria. Se preveía que, al existir más
propietarios agrícolas, se incrementaría el número de contribuyentes.
Los ilustrados manifestaron que las tierras vinculadas a
señoríos y mayorazgos o en manos de la Iglesia debían ser objeto de
compraventa. Sin embargo, no se adoptó ninguna decisión al respecto, y la
propiedad agraria permaneció inalterada. Solo se hicieron repartos de las
tierras que pertenecían a los concejos y estaban sin cultivar. Sin embargo,
estas propiedades acabaron en manos de las oligarquías locales, ya que los
campesinos que carecían de capital no podían explotarlas.
No obstante se promovió el desarrollo agrícola con otras
medidas: Libre comercio de cereales Hasta 1765, el Estado controlaba los
precios de estos productos mediante tasas. La liberalización del mercado
provocó fuertes subidas de precios, que estuvieron en la raíz de los motines de
1766 y en 1804 la libertad de precios fue suprimida. Limitación de los intereses ganaderos de la Mesta. La ganadería
competía con la agricultura, fuera de la franja cantábrica y del litoral
mediterráneo predominaba la ganadería transhumante.. Los propietarios de estos
ganados, miembros de la Mesta, tenían derecho de preferencia en el
arrendamiento de tierras para pastos, que podían prorrogar indefinidamente. El
alza de los precios de los cereales y el creciente valor de la tierra destinada
a la agricultura, incitaron a los propietarios de las tierras arrendadas por la
Mesta a luchar por recuperar la libertad de uso. También la Mesta se vio
afectada por las medidas liberalizadoras, ya que al incrementarse el precio del
cereal, los propietarios prefirieron invertir en cultivos y no en ganado.
Colonización de tierras
despobladas. En
1767, bajo la supervisión de Pablo de Olavide, se puso en marcha un plan para
colonizar comarcas de Sierra Morena deshabitadas e infestadas de bandoleros.
Para ello se emplearon españoles, pero también inmigrantes católicos alemanes y
flamencos a los que el Estado les proporcionaba gratuitamente casa, mobiliario,
herramientas, ganado y semillas.
2.2 La industria
Según el censo de 1787, el 14% de la población activa
trabajaba en la industria. El sistema más común era el tradicional taller
artesano, sometido a los gremios. La industria más extendida era la textil.
Los reformistas ilustrados intentaron promover las manufacturas, sistema de
producción surgido en Europa en el siglo XVII. El Estado creó numerosas
manufacturas reales (tapices, cristal, porcelana, armas). También se crearon
manufacturas de tipo utilitario como la producción de paños de lana. Para
impulsar las manufacturas privadas se desvincularon las nuevas fábricas del
rígido reglamento gremial y en 1783 se declararon “honrosos todos los oficios” se
promocionó la libertad de trabajo. Las manufacturas más prósperas fueron los
tejidos estampados de algodón (Indianas) en Cataluña. . En 1789 se introdujeron
en las fábricas catalanas los primeros telares mecánicos lo que permitió un
gran crecimiento de esta industria.
2.3 El comercio y las
finanzas
El comercio interior estaba poco desarrollado y era un
obstáculo para el aumento de la producción. Para mejorar los transportes y con
ellos el comercio se inició una política de construcción de obras públicas.
Estaban encaminadas a mejorar las infraestructuras de transporte y regadío. Se
prosiguió la construcción del Canal de
Castilla y se inició la del Canal
Imperial de Aragón. Además se diseñó un plan radial de carreteras
procedentes de Madrid de las que se construyeron más de 1000 kms, así como una
red de posadas y más de 700 puentes. El comercio exterior se desarrolló más; se
acometió la mejora de los puertos y en 1778 un decreto amplió el libre comercio
colonial a numerosos puertos españoles. Esta medida fue importante sobre todo
para la industria barcelonesa, estimuló el comercio colonial e hizo crecer los
beneficios de los grandes comerciantes.
Para afrontar los gastos estatales, apenas se modificó el
sistema de impuestos, aunque se intentó restaurar algunos de ellos, como la alcabala. No obstante, el Estado se
volvió a endeudar durante el reinado de Carlos III, debido a las guerras que se
emprendieron. Para solucionar este problema, se creó el Banco Nacional de San Carlos (1782), antecedente del banco de
España. Su función era financiar la deuda del Estado gestionando los llamados
vales reales, títulos de deuda pública por los que se pagaba un interés a quien
los adquiría además, podían emplearse como papel moneda. Constituyeron, por
tanto, los primeros billetes de la historia de España. Con el tiempo circularon
tantos vales reales que se depreciaron, pero aún así se siguieron emitiendo. .
3.-Conclusión.
El Despotismo ilustrado, representado en España por Carlos
III, presenta en su conjunto un balance positivo. Se limitó el nepotismo y la
corrupción en la Administración, se impulsaron reformas de tipo económico, se
apoyaron propuestas y proyectos para el progreso de la instrucción pública,
para el saneamiento de las ciudades o para la mejora de la red de calzadas.
También se defendieron las prerrogativas del Estado frente a la Iglesia y se
animó a los súbditos a desarrollar las actividades económicas, agrícolas e
industriales, rompiendo con el viejo
prejuicio de que era deshonroso su ejercicio. Los ilustrados estaban
preocupados por la difusión de las innovaciones técnicas. Enviaron técnicos al
extranjero, organizaron expediciones científicas y promovieron las
publicaciones técnicas. También se crearon las Sociedades Económicas de Amigos
del País, que se extenderían por muchas provincias para estudiar y determinar
la situación de cada una de ellas, fomentar la agricultura, el comercio y la
industria, traducir y publicar libros extranjeros e impulsar la difusión de las
ideas fisiócratas y liberales.
Por último, se limitó la actuación de la Inquisición, que
solo aplicó la pena de muerte en dos ocasiones durante el reinado de Carlos
III. Se mantuvieron los privilegios de la nobleza y los derechos señoriales.
Por el contrario se aumentó el número de títulos nobiliarios, premiando con
ellos a los que habían destacado en la Administración del reino. Así, se abría
la nobleza al talento y al dinero. Enfrentarse con la nobleza significaba
destruir la base de la desigualdad civil sobre la que se asentaba la propia
monarquía absoluta. Cuando los vientos de la Revolución Francesa anunciaron el
fin del Antiguo Régimen, el nuevo monarca Carlos
IV y gran parte de sus colaboradores fueron los primeros en mirar con
espanto los efectos que las ideas ilustradas habían provocado en la vecina
Francia.
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