TEMA 9. ABSOLUTISMO FRENTE A LIBERALISMO: EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL REINADO DE FERNANDO VII
Resumen del tema realizado por el profesor Ángel Luis González Torres y qwe podéis econtrar en la página http://www.antoniohernandez.es/Historia/temas/Tema%2009/09%20Fernando.html
TEMA 9. ABSOLUTISMO FRENTE A LIBERALISMO: EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL REINADO DE FERNANDO VII
INTRODUCCIÓN.
El primer tercio del siglo XIX español está caracterizado por una lucha entre las ideas proclives al desarrollo del liberalismo y por las ideas propias del Antiguo Régimen, relacionadas con la figura de Fernando VII.
Esta lucha se muestra por la superposición de distintos períodos que diferenciamos por su contenido liberal o absolutista. Para muchos autores el período caracterizado por la Guerra de la Independencia marca el inicio del liberalismo en España con las prerrogativas aprobadas por las Cortes de Cádiz, donde sobresale la Constitución de 1812 y sus diferentes decretos que ya hemos estudiado.
Ante la esperada llegada de Fernando VII los liberales constatan la anulación de la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y la vuelta del Antiguo Régimen en 1814, por lo que aparece una oposición que se va a mantener desde este momento y que se va a mostrar en forma de los pronunciamientos. Riego conseguirá por este medio iniciar una nueva etapa liberal en 1820 que sólo durará tres años, para volver de nuevo a un período absolutista, denominado por los propios liberales como la década ominosa.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, el liberalismo se arraiga en las entrañas del Estado, no sin oposición, bajo el gobierno de las regencias y de Isabel II. Desde este momento las tendencias liberales de los progresistas y los moderados van ocupando los gobiernos moldeando el Estado hacia sus pretensiones, con la oposición absolutista representada por los carlistas.
Este momento es clave en la Historia de España porque representa las bases en las que se asienta el liberalismo en nuestro país, y que darán lugar a la configuración del Estado Liberal a lo largo del siglo XIX.
DESARROLLO.
El primer tercio del siglo XIX español está caracterizado por una lucha entre las ideas proclives al desarrollo del liberalismo y por las ideas propias del Antiguo Régimen, relacionadas con la figura de Fernando VII.
Esta lucha se muestra por la superposición de distintos períodos que diferenciamos por su contenido liberal o absolutista. Para muchos autores el período caracterizado por la Guerra de la Independencia marca el inicio del liberalismo en España con las prerrogativas aprobadas por las Cortes de Cádiz, donde sobresale la Constitución de 1812 y sus diferentes decretos que ya hemos estudiado.
Ante la esperada llegada de Fernando VII los liberales constatan la anulación de la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y la vuelta del Antiguo Régimen en 1814, por lo que aparece una oposición que se va a mantener desde este momento y que se va a mostrar en forma de los pronunciamientos. Riego conseguirá por este medio iniciar una nueva etapa liberal en 1820 que sólo durará tres años, para volver de nuevo a un período absolutista, denominado por los propios liberales como la década ominosa.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, el liberalismo se arraiga en las entrañas del Estado, no sin oposición, bajo el gobierno de las regencias y de Isabel II. Desde este momento las tendencias liberales de los progresistas y los moderados van ocupando los gobiernos moldeando el Estado hacia sus pretensiones, con la oposición absolutista representada por los carlistas.
Este momento es clave en la Historia de España porque representa las bases en las que se asienta el liberalismo en nuestro país, y que darán lugar a la configuración del Estado Liberal a lo largo del siglo XIX.
DESARROLLO.
1. LA
PRIMERA REACCIÓN ABSOLUTISTA (1814-1820)
1.1 Golpe de estado y restauración absolutista
El 11 de
diciembre de 1813 se firmaba en la ciudad francesa de Valençay un tratado de
paz por el que Napoleón reconocía a Fernando VII como rey de España. Derrotado
el ejército napoleónico, el monarca hizo su entrada en España en marzo de 1814.
Por
aquellos días se había publicado un Manifiesto de 69 diputados absolutistas de
las Cortes ordinarias (llamado Manifiesto
de los persas por la cita inicial), en el que solicitaban al rey la
restauración del poder absoluto, la anulación de todo lo aprobado en Cádiz y la
convocatoria de unas nuevas Cortes que prepararan una nueva legislación que “evitara los abusos y reconociera la
propiedad y la libertad”.
No se convocaron
unas nuevas Cortes por estamentos, pero sí la primera petición: el monarca,
animado por el clima enfervorizado con que fue recibido (de ahí el sobrenombre
de «El Deseado») y los consejos de una parte del ejército y del clero que
exigía el restablecimiento de la Inquisición, firmaba el 4 de mayo, un día
antes de salir de Valencia hacia Madrid, un decreto por el que dejaba sin
efecto toda la obra legislativa de las Cortes, a las que acusaba de haberle
despojado de su soberanía.
El
decreto, mantenido en secreto, fue publicado en la Gaceta 8 días después,
cuando el rey ya estaba en Madrid.
La dureza
de la reacción absolutista obligó a los liberales a decidir entre:
a) Marchar
al exilio. Esta fue la actitud de millares de liberales y de
afrancesados.
b) Pasar a
la clandestinidad. Así obraron quienes eran conscientes del peligro
de la represión y del escaso apoyo popular con que contaba el liberalismo.
c) El atentado político.
Aunque es menos conocido este aspecto, tampoco faltaron los intentos de imponer
la solución liberal eliminando al principal obstáculo: Fernando VII. En 1816
tuvo lugar un intento de asesinato del rey en un burdel de Madrid.
d) Ganarse
el aprecio del nuevo régimen. Este fue el caso de quienes intentaron lavar
su imagen, para hacerse perdonar el papel desempeñado durante la guerra, o su
colaboración o simpatía con José I
Bonaparte. El más ilustre de todos, Francisco de Goya, tenido por
afrancesado, pintó después de acabada la guerra sus dos cuadros más significativos:
La carga de los mamelucos y Los fusilamientos del 3 de mayo.
1.2 La oposición al absolutismo
Esta etapa
de seis años se caracterizó por la inestabilidad e ineficacia de los distintos
gobiernos y la situación de postración económica y política. España tuvo un
papel secundario en la escena internacional.
La
oposición creciente se plasmó en frecuentes pronunciamientos militares para reponer el sistema constitucional.
Estos pronunciamientos son un acto de
sublevación militar, muchas veces violenta, con la que un sector de los mandos
del ejército persigue conseguir el apoyo de las organizaciones políticas y de
la opinión pública para forzar un cambio de gobierno o bien de régimen político.
Los
principales pronunciamientos fueron:
- Espoz y Mina se
levantó en Pamplona en septiembre de 1814 contra el absolutismo fernandino,
intentando cambiar la voluntad del Rey hacia una solución liberal.
- Díaz Porlier, otro
héroe de la Guerra de la independencia y declaradamente liberal. El antiguo
guerrillero, había sido la pesadilla de los franceses en la región noroeste de
España, fue ahorcado tras el fracaso de su pronunciamiento.
- La Conspiración del Triángulo tuvo
lugar en 1816, y tenía como objetivo secuestrar al Rey y obligarle a jurar la Constitución
de 1812. Este hecho será el antecedente más inmediato del alzamiento del
coronel Riego en 1820.
- Los
generales Lacy y Milans del Bosch se
pronunciaron en Barcelona, donde se contaba, al parecer, con el apoyo de un
amplio sector de la burguesía catalana. El pronunciamiento fracasó.
Este
último episodio es tal vez el testimonio más elocuente de la división entre los
españoles que se inicia a partir de las Cortes de Cádiz, escisión que no
dejaría de incrementarse durante los siglos XIX y XX.
2. EL
TRIENIO LIBERAL (1820-23)
El 11 de
enero de 1820, el teniente coronel Rafael
Riego, al mando de un cuerpo del ejército se sublevó contra el régimen
absolutista impuesto en España desde el regreso de Fernando VII.
La primera
medida política de las nuevas autoridades fue la reimplantación de la Constitución de Cádiz de 1812 y la
puesta en vigor de los principios que proclamaba, especialmente las libertades de expresión, de reunión y de
asociación. Esta última permitió la aparición de las llamadas sociedades
patrióticas, que eran en realidad grupos informales de liberales.
Este hecho
es importante, dado que las sociedades patrióticas representaban la plataforma
básica a partir de la cual iban a surgir los partidos políticos modernos.
A
principios de marzo, en Madrid, una multitud partidaria del liberalismo rodeó
el palacio real pidiendo el restablecimiento de la Constitución. Ante esta
situación, la corte quedó paralizada. Por iniciativa popular se creó una Junta Consultiva, para aconsejar al
monarca, el cual firmó un manifiesto, en el que se declaraba partidario de la
Constitución.
A lo largo
de estos tres años las Cortes aprobaron una legislación reformista que tenía la intención de acabar con el
Antiguo Régimen.
Entre las
principales medidas destacan:
•
Restablecimiento de la Constitución de
1812, y con ella, las libertades individuales de asociación, de reunión, de
opinión y de prensa.
• Se abolieron las aduanas interiores que
dificultaban el comercio.
• Se
concedió la libertad de industria y se abolieron los privilegios gremiales.
• La desamortización de tierras de propios y
baldíos, con el doble propósito de proporcionar tierras a militares
retirados y labradores, y destinar los fondos a amortizar la deuda del estado.
• La desamortización eclesiástica: tierras
de conventos, que casi no hubo tiempo de llevar a la práctica.
• Se elaboró el Reglamento de Instrucción
Pública, mediante el cual se establecía por primera vez la enseñanza
pública gratuita y se dividía la enseñanza en tres grados: primaria, secundaria
y universitaria.
• Se
inició la división administrativa del
país en provincias.
• Se
estableció el servicio militar
obligatorio para todos los españoles.
• Se
afrontó el problema de la hacienda
pública con criterios modernos.
Inmediatamente
después de las primeras medidas de la Junta de Gobierno, esta dio paso a la
formación de un gobierno liberal del que formaron parte algunos personajes que
habían participado en la elaboración de la Constitución de 1812, a la sazón
presos en las cárceles de Fernando VII.
Éstos, por
extraño que parezca, eran el sector más moderado del nuevo Gobierno, y los más
decididos a aceptar a Fernando VII como rey constitucional. Serían los llamados
moderados o doceañistas, partidarios
de un gobierno fuerte, de un sistema de doble cámara, de una libertad de prensa
limitada, del sufragio censitario y de la defensa de la propiedad y del orden
social. Representan a la Burguesía urbana de negocios y sus diputados procedían
del exilio y eran minoría en las Cortes.
Argüelles, Martínez de la Rosa y Toreno eran los personajes más
representativos de esta tendencia.
Junto a
ellos surgieron los exaltados o
veinteañistas, para quienes la Constitución gaditana había quedado obsoleta
y era preciso reformarla en un sentido más progresista o escorado hacia la
izquierda. Constituían el germen del
futuro partido progresista. Eran más jóvenes, exaltados y partidarios de
llevar al límite el desarrollo de la Constitución: Cámara única, control
parlamentario del gobierno, sufragio universal, libertad absoluta de opinión.
Se apoyaban en las capas populares urbanas, y actuaban en los clubes y
Sociedades Patrióticas. Eran abogados jóvenes, intelectuales y militares
exaltados. Mayoría en las Cortes pasaron a ocupar el gobierno tras el fracaso
del golpe contrarrevolucionario de julio de 1822.
La base
social de los veinteañistas eran las clases medias urbanas y la oficialidad del
ejército, siempre proclives a soluciones radicales que condujeran a la
desaparición del Antiguo Régimen.
Las
tendencias que se señalan, moderada y exaltada, revisten suma importancia,
porque a partir de la brecha abierta en este momento en el campo liberal
empiezan a delimitarse con bastante claridad las dos grandes corrientes
ideológicas de la España contemporánea, la derecha y la izquierda, que por
evolución y con las lógicas adaptaciones al imperativo de los tiempos van a
configurar los partidos que vertebrarán la vida política española hasta
nuestros días.
2.1 Consecuencias de la política del Trienio
Las
consecuencias de la política del Trienio Liberal fueron de diverso orden,
siendo las más importantes las que se derivaron de la orientación moderada que
lo caracterizó, circunstancia que provocó, por una parte, el descontento de los
sectores más extremos de la derecha (los absolutistas) y por otra, la repulsa
de la izquierda (los liberales exaltados o veinteañistas).
En
definitiva, las consecuencias que se derivaron fueron de diversa naturaleza:
- Las consecuencias sociales y económicas
resultaron en cualquier caso negativas. La desamortización de bienes de la
Iglesia, además de acrecentar el patrimonio de las clases poseedoras agravó
considerablemente las condiciones de vida de la población campesina.
Las
condiciones de los campesinos empeoraron, lo que hizo que se inclinaran hacia
las tesis absolutistas, que eran también las que compartía la mayor parte del
clero.
- Las consecuencias políticas
fueron que los liberales se escindieron definitivamente a partir del inicio del
Trienio, separándose los que hicieron la revolución de 1820 -los exaltados-, de
quienes se iban a beneficiar de ella, es decir, los moderados y las oligarquías
del Antiguo Régimen, reconvertidas ahora en liberales, y asociadas a la nueva
situación.
Por esta
causa procedieron los moderados a disolver inmediatamente las juntas (dominadas
por los exaltados) y a desarmar al ejército revolucionario. Incluso al propio
Riego se le ordenó la disolución de sus tropas, siendo después destituido,
encarcelado y finalmente ejecutado en 1823.
2.2 El final del Trienio
El propio
rey Fernando VII, que en correspondencia privada no dejaba de solicitar la
intervención de la Santa Alianza para restablecer el absolutismo, no logró
detener, a pesar de todo, los movimientos absolutistas, descontentos con los
moderados por causa de la política llevada a cabo en relación con la Iglesia.
En el Congreso de Verona (noviembre de 1822),
las potencias de la Santa Alianza,
decidieron también intervenir en España, y se firmaba un tratado secreto por el
que se facultaba a Francia a intervenir en España para restablecer el Antiguo
Régimen y aplastar la revolución.
El 7 de
abril de 1823 entraba en España, sin previa declaración de guerra, un ejército
francés mandado por el duque de Angulema,
los llamados Cien Mil Hijos de San Luis.
Sin apenas
resistencia popular, los franceses ocuparon Madrid y se dirigieron a Andalucía,
hacia donde el gobierno español y los diputados en Cortes se habían retirado,
obligando al rey a acompañarlos.
Los
franceses sitiaron Cádiz, donde se había refugiado el gobierno, pero no les fue
fácil tomar la ciudad.
Fernando
VII declaró nulos todos los actos de gobierno realizados durante el Trienio
Constitucional. Un nuevo periodo de represión y de exilio se cernía sobre los
liberales españoles.
3. LA
DÉCADA OMINOSA. (1823-1833)
Esta
etapa, que los liberales bautizaron con el calificativo de «década ominosa»,
tiene dos momentos claros: uno de represión antiliberal hasta 1826-27 y otro, a
partir de ese año, en que el rey ha de hacer frente a la insurrección liberal y
a la conspiración realista del primer carlismo, sector ultraconservador. La
represión política y el exilio se extendieron durante toda la década.
Para
llevar a cabo esta represión política y «purificación» de empleados públicos se
crearon las comisiones militares ejecutivas, las Juntas de purificación y, en
1825, la Policía con misiones de vigilancia política. Y en algunas ciudades se
restauró la Inquisición bajo la forma de Juntas de Fe, por iniciativa de los
obispos más reaccionarios.
Fernando VII hizo público un manifiesto en el que decía
que cuanto se había legislado desde el 7 de marzo de 1820 hasta el 1 de octubre
de 1823 era nulo y de ningún valor.
Entre las
medidas adoptadas destacan: la restitución de los Ayuntamientos de 1820; la
revocación de todos los nombramientos y ascensos civiles y militares producidos
durante el Trienio; la restauración del sistema fiscal tradicional; la
anulación de las desamortizaciones y de la supresión de órdenes monásticas..
Algunos
miembros del gobierno de Fernando VII eran partidarios de reformas
administrativas próximas al pensamiento ilustrado. Destaca en este sentido, el
ministro Luis López Ballesteros, que emprendió una reforma hacendística, con la
que se incrementó la recaudación en un 25 %. También fue él quien introdujo el
presupuesto del Estado en 1828, el nuevo Banco de San Fernando o el Código de
Comercio.
Pero
Fernando VII tuvo que hacer frente a dos conspiraciones:
a) La
liberal, que seguía la táctica del pronunciamiento y luego pasó a la
insurrección organizada. El ex-jefe de la guerrilla y militar, Espoz y Mina,
formó una Junta en Bayona para dar una solución moderada al rey; por otro lado,
otros militares y civiles, al mando del general Torrijos intentaron en
diciembre de 1831 una insurrección militar tras desembarcar en la costa de
Málaga desde Gibraltar.
Mariana Pineda fue detenida, procesada y ejecutada también en 1831 por haber bordado una bandera
morada con las palabras «Ley. Libertad. Igualdad».
b) La otra
conspiración venía del sector más reaccionario, llamado ultrarrealista,
apostólico o realista puro. En 1823 ya se habían creado sociedades secretas de
esta tendencia, con nombres como Junta Apostólica o el Ángel Exterminador cuyos
proyectos fueron dados en 1824-1825. En 1825 el pronunciamiento de Bessieres,
un militar de origen francés, acabó siendo descubierto y su instigador
fusilado. Fue en Cataluña donde se produjo ya en 1827 el primer levantamiento
antiliberal, precursor del carlismo, conocido como la guerra dels agraviáts o
malcontents (agraviados o descontentos).
3.1 El problema Sucesorio
En 1829
fallecía la tercera esposa del rey, lo cual dejaba dos posibilidades de
sucesión en el trono: su hermano Carlos, defensor de los realistas por influjo
de su mujer, o un heredero directo habido en un nuevo matrimonio del monarca.
Al fin, Fernando VII se casó con su sobrina María Cristina de Napoles.
El 20 de
marzo de 1830, al anunciar el embarazo de la reina, se puso en vigor la
Pragmática Sanción de 1789 por la cual quedaba sin efecto la Ley Sálica, que
limitaba de hecho el acceso al trono para las mujeres. Este hecho suscitó la
protesta de los partidarios de don Carlos.
El 10 de
octubre del mismo año nacía la infanta Isabel y con ella se iban perfilando los
dos bandos: carlistas, defensores de los derechos de don Carlos al trono
español, y cristinos o isabelinos, que hacían valer los derechos de Isabel; en
este último grupo se alinearon los liberales de todo signo.
El 13 de
septiembre de 1832 Fernando VII sufrió un grave ataque de gota. Creyéndose al
borde de la muerte, el rey firmó un documento, por presiones del ministro
Calomarde y el grupo «carlista», por el que quedaba sin efecto la Pragmática
Sanción.
Era el
triunfo momentáneo de los partidarios de Don Carlos. Pero recuperado de su
enfermedad, Fernando VII destituyó a Calomarde, firmó una amplia amnistía,
abrió las universidades cerradas dos años antes y restableció la Pragmática
Sanción.
De esta
forma, Isabel fue declarada heredera del trono. Don Carlos se exilió en
Portugal y sus partidarios prepararon la guerra. El 29 de septiembre de 1833
muere el rey, María Cristina asume la Regencia durante la minoría de edad de
Isabel. Los carlistas se alzan en armas. Comenzaba así la primera guerra civil
del Siglo XIX.
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Prof.
Ángel Luis González Torres
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