TEMA 5. EL SEXENIO REVOLUCIONARIO. 1868-1874. 2º BACH
1.
ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE 1868
A la revolución de 1868 se llegó por
el agotamiento y la impopularidad del moderantismo y de la monarquía
de Isabel II y por la situación de crisis económica. Este estado de
cosas hizo posible la confluencia de intereses de toda una serie de
fuerzas políticas, sociales y económicas marginadas del sistema
moderado e interesadas en un programa de renovación democrática y
de recuperación económica. Asimismo, dio lugar a que el descontento
de las clases populares por la grave situación económica lanzara a
éstas a la insurrección.
1.1 La crisis económica de 1866
Gran parte del periodo moderado estuvo
caracterizado por una fase de expansión económica generalizada no
sólo en España sino en toda Europa. Pero hacia mediados de los años
sesenta, la situación empezó a cambiar: a una crisis financiera e
industrial se unió una fuerte crisis de subsistencias.
a).- La crisis financiera se originó
por la evidencia de que las inversiones ferroviarias no eran
rentables. Una vez finalizado el proceso de construcción, la
explotación de las líneas puso al descubierto que los ferrocarriles
españoles producían unos rendimientos muy escasos. En consecuencia,
el valor de las acciones ferroviarias en la Bolsa cayó
estrepitosamente.
La crisis financiera coincidió con una grave crisis industrial, sobre todo en Cataluña. La guerra de Secesión de Estados Unidos había interrumpido sus exportaciones de algodón en rama y los precios, dada su escasez, sufrieron un alza espectacular.
La crisis financiera coincidió con una grave crisis industrial, sobre todo en Cataluña. La guerra de Secesión de Estados Unidos había interrumpido sus exportaciones de algodón en rama y los precios, dada su escasez, sufrieron un alza espectacular.
b).- La crisis de subsistencia se
inició hacia 1866 y vino provocada esencialmente por una serie de
malas cosechas que dieron como resultado una carestía de trigo,
alimento básico de la población española. Crisis industrial y
crisis agrícola se combinaron y agravaron la situación.
En el campo, el hambre condujo a un clima de grave violencia social; en las ciudades, algunas industrias cerraron sus puertas, el paro aumentó y el nivel de vida de las clases trabajadoras descendió aún más.
En el campo, el hambre condujo a un clima de grave violencia social; en las ciudades, algunas industrias cerraron sus puertas, el paro aumentó y el nivel de vida de las clases trabajadoras descendió aún más.
1.2 El deterioro político.
Hacia 1868, una gran parte de la
población tenía motivos para alzarse contra el sistema isabelino.
Los grandes negociantes, reclamaban un gobierno que tomase medidas
para salvar sus inversiones en Bolsa; los industriales reclamaban
medidas proteccionistas; los obreros y campesinos denunciaban su
miseria y demandaban medidas para mejorar su situación. En 1866 el
gobierno 0'Donnell reprimió duramente una revuelta de los sargentos
del cuartel de San Gil, que pedían reformas del sistema político.
0'Donnell fue apartado del gobierno por la Reina, pero los siguientes
gabinetes moderados de Narváez o González Bravo continuaron
gobernando por decreto, cerraron las Cortes e hicieron oídos sordos
a los problemas del país.
Ante la represión política y la
imposibilidad de acceso al poder por los mecanismos constitucionales,
el partido progresista se alejó del régimen. Su posición se
materializó no participando en el mecanismo electoral, el abandono
de la oposición legal y constitucional y la opción por la vía
conspirativa como único medio de acceder al poder.
En agosto de 1866, la oposición
estableció una plataforma que unificó sus acciones para acabar con
el moderantismo en el poder. Se trata del Pacto de Ostende, firmado
en dicha ciudad por progresistas y demócratas exiliados en el que se
establecían las mínimas bases para una acción revolucionaria. El
pacto era claramente antiisabelino y la cuestión de la forma de
gobierno, monarquía o república, sería decidida por unas Cortes
constituyentes elegidas por sufragio universal, aunque cedían la
implantación de un régimen republicano a una posterior decisión de
las Cortes. En cuanto a los progresistas ni el sufragio universal ni
el derrocamiento de Isabel II eran objetos esenciales de su acción,
pero aceptaban las condiciones con tal de acabar con el dominio de
los moderados. A dicho pacto se adhirieron los unionistas, tras la
muerte de O 'Donnell. Esta adhesión fue fundamental para el triunfo
de la revolución. Los unionistas, aportaron buena parte de la
cúspide del ejército, dado que contaban con muchos de sus altos
mandos y privaron a Isabel II del apoyo de gran parte de los
militares.
2.
LA REVOLUCIÓN DE 1868
El 19 de septiembre de 1868, la
escuadra que estaba en Cádiz al mando de Topete se sublevó contra
el gobierno de Isabel II. Prim fue sublevando Málaga, Almería,
Cartagena. En muchas ciudades se constituyeron Juntas
Revolucionarias. Las consignas eran parecidas en todos los lugares:
sufragio universal, abolición de los impuestos de consumo y de las
quintas y elecciones a Cortes Constituyentes. El gobierno y la Corona
se encontraron aislados, respaldándolos sólo la pequeña camarilla
situada alrededor del gobierno y de Isabel II. Cuando las escasas
tropas fieles al gobierno de Isabel II fueron derrotadas en Alcolea,
el gobierno no vio más salida que dimitir: Isabel II partió hacia
el exilio a Francia el 29 de septiembre de 1868.
Durante esas primeras semanas, el poder efectivo estuvo en manos de las Juntas Revolucionarias. Sin embargo, se evidenció rápidamente que en la revolución de 1868 existían diversas revoluciones y que la que se iba a imponer era la de Prim (progresista) o Serrano (unionista), cuyo objetivo esencial, derrocar al gobierno ya se había conseguido. Fuera quedaban, frustradas, las revoluciones de los demócratas y republicanos, y sobre todo, de las masas populares. Así, en los primeros días de octubre, los firmantes del Pacto de Ostende tomaron la dirección del movimiento, constituyeron un Gobierno Provisional, ordenaron disolver las Juntas y desarmar a la Milicia Nacional.
Durante esas primeras semanas, el poder efectivo estuvo en manos de las Juntas Revolucionarias. Sin embargo, se evidenció rápidamente que en la revolución de 1868 existían diversas revoluciones y que la que se iba a imponer era la de Prim (progresista) o Serrano (unionista), cuyo objetivo esencial, derrocar al gobierno ya se había conseguido. Fuera quedaban, frustradas, las revoluciones de los demócratas y republicanos, y sobre todo, de las masas populares. Así, en los primeros días de octubre, los firmantes del Pacto de Ostende tomaron la dirección del movimiento, constituyeron un Gobierno Provisional, ordenaron disolver las Juntas y desarmar a la Milicia Nacional.
El Gobierno Provisional a cuyo frente
se situaron Serrano y Prim puso en marcha un programa de reformas.
Fueron reconocidas la libertad de imprenta, el derecho de reunión y
asociación y el sufragio universal; se aprobó la reforma de la
enseñanza, la democratización de Ayuntamientos y Diputaciones y la
emancipación de los hijos de los esclavos en las colonias. Al mismo
tiempo, el Gobierno provisional convocó elecciones a Cortes
Constituyentes.
Las elecciones, celebradas por primera
vez por sufragio universal masculino dieron la victoria a la
coalición gubernamental (progresistas, unionistas y demócratas) y
crearon también dos importantes minorías dentro de las Cortes: la
carlista y la republicana.
3.
LA CONSTITUCIÓN DE 1869
Consta de 112 artículos en 11
títulos, y es la primera democrática de nuestra historia y una de
las primeras en Europa. Las características principales del texto
son:
· La proclamación de la soberanía
nacional; en cuanto se establece también el sufragio universal, la
soberanía es realmente nacional, próxima al término de popular que
los demócratas quisieron insertar, sin éxito, en el texto.
· La Monarquía como forma de Estado.
Al rey no se le atribuyen poderes legislativos, y ejerce el ejecutivo
a través de sus ministros, por lo que estamos ante un sistema de
monarquía democrática y parlamentaria en la que el rey tiene
limitadas sus competencias. "El rey reina, pero no gobierna".
· La división radical de poderes: el
legislativo reside en las dos cámaras; el ejecutivo corresponde a
los ministros, que responden de su gestión ante las Cortes, y el
judicial, a un cuerpo de jueces independientes. Se regula el acceso
por oposición a la carrera judicial y se crea un Consejo de Estado
para dirigir la administración de justicia.
· Una exhaustiva declaración de
derechos, que las Cortes hicieron muy elaborada para evitar que
hubiera que desarrollarla posteriormente mediante leyes, y que éstas
sirvieran para recortarlos, como había ocurrido bajo los gobiernos
moderados. Se establecían como derechos imprescindibles e
ilimitados, los de libertad, inviolabilidad de domicilio, derecho al
voto, de residencia, libertad de enseñanza, de expresión, reunión
y asociación.
· El sufragio universal de los
varones mayores de 25 años. El Congreso se elegirá a razón de un
diputado por cada 40.000 habitantes y el Senado de forma indirecta, a
través de compromisarios: se renovaría cada tres años parcialmente
y serían elegibles los mayores contribuyentes y las altas jerarquías
de las instituciones, el Ejército y la Iglesia. Se mantenía así el
modelo conservador del Senado, con el fin de moderar las decisiones
del Congreso.
· La regulación de Ayuntamientos y
Diputaciones mediante la elección de los concejales por sufragio y
la de alcaldes entre los concejales, la publicidad de sus
deliberaciones y la votación pública de sus presupuestos.
· La cuestión religiosa que fue
objeto de uno de los debates más apasionantes de la legislatura.
Tras numerosos debates, se aprobó la libertad de cultos, a la que se
oponían moderados y carlistas, pero también el compromiso del
Estado de mantener el culto y clero católicos, contra la opinión de
los republicanos.
En conjunto, la Constitución de 1869
establecía un régimen democrático, apto para incluir en él a
todas las alternativas políticas que habían realizado la
revolución, dentro de un orden burgués.
4.
LA BÚSQUEDA DE UN REY. EL REINADO DE AMADEO I.
Aprobada la Constitución, el general
Serrano fue elegido como regente, y Prim pasó a dirigir el gobierno.
Su objetivo era triple: conseguir aunar a los partidos políticos
detrás de un programa que permitiera estabilizar el régimen;
emprender el desarrollo legislativo de la Constitución; y buscar un
candidato al trono que pudiera convertirse en el nuevo rey de España.
Esta fue una de las tareas fundamentales, pues el candidato debía
ser católico y liberal, de sangre real, aunque no Borbón, y que
obtuviera no sólo el respaldo de las Cortes, sino la aprobación
internacional.
Los candidatos fueron varios: El
portugués Fernando de Coburgo era demasiado anciano y rechazó el
ofrecimiento. El duque Antonio de Montpensier era hijo del último
rey francés Luis Felipe de Orleans y estaba casado con la hermana de
Isabel II, contra quien había intrigado en años anteriores. El
alemán Leopoldo de Hohenzollern contaba con el apoyo del kaiser
alemán, pero el emperador francés Napoleón III se negó a que
ocupara el trono español temiendo que Francia pudiera quedar
aprisionada entre dos países con reyes de la misma dinastía.
Finalmente, se optó por Amadeo, duque de Aosta de la familia de los
Saboya, que fue el candidato de Prim y que aparecía plenamente
identificado con el liberalismo.
En octubre de 1870 se produjo en las
cortes la elección del nuevo rey. De 311 diputados sólo 191 votaron
a Amadeo de Saboya. La nueva monarquía se iniciaba con un apoyo
político insuficiente, pero además, el inmediato asesinato de Prim
empeoró la situación al privar al rey del apoyo más firme que
había tenido.
Tan mal comienzo fue un presagio de lo
que ocurrió después. El reinado de Amadeo de Saboya fue un fracaso
completo, por una serie de razones bastante complejas. Pero la razón
fundamental estuvo en que nadie, en el fondo, creía que la casa de
Saboya fuera la solución para la encrucijada política del país.
Así, poco a poco, el escaso apoyo inicial fue dando paso a la
indiferencia o a la oposición, hasta provocar la abdicación del
rey.
Entre los grupos contrarios al rey
estaban:
a) La iglesia católica,
particularmente su jerarquía, se oponía por la cuestión de la
libertad.
b) La nobleza gran propietaria de la
tierra desplazada de sus centros de poder político, temía que
pudiese ser cuestionado el derecho a la propiedad privada. Reaccionó
alejándose de la corte y apoyando la causa alfonsina. Apoyaban por
tanto, una restauración en la persona de Alfonso, en quien su madre
Isabel II había abdicado ya en 1870. Cánovas del Castillo,
principal valedor de su candidatura, iba fraguando entre ellos el
respaldo al joven príncipe.
c) La burguesía financiera e
industrial, y muy particularmente, los grandes hacendados españoles
en Cuba y los hombres de negocios ligados a los intereses coloniales,
amenazados por el auge del movimiento obrero y por el proyecto de
abolir la esclavitud en las colonias, se vincularon al partido
alfonsino.
d) El Carlismo cobró un nuevo impulso
con el destronamiento de Isabel II. En mayo de 1872 se produjo la
sublevación general a favor del pretendiente Carlos VII, iniciándose
una tercera guerra carlista que no concluiría hasta 1876.
e) Los Republicanos se opusieron a la
solución monárquica y constituyeron una importante minoría que se
declaraba a favor de la República Federal.
En este ambiente de gran
inestabilidad, Amadeo aprovechó un conflicto surgido en el cuerpo de
artillería como pretexto para abdicar en febrero de 1873. Se
frustraba así, la solución monárquica no borbónica.
5.
LA I REPÚBLICA
La proclamación de la Primera
República española fue la salida lógica ante la renuncia de Amadeo
de Saboya. Las Cortes, en las que se depositaba la soberanía en
ausencia del monarca, decidieron someter a votación la proclamación
de una República, que fue aprobada el 11 de febrero de 1873 por una
amplia mayoría de 258 votos a favor y 32 en contra. Ahora bien,
estos datos son engañosos ya que no reflejan un apoyo real a la
nueva forma de gobierno. Gran parte de la cámara era monárquica y
su voto a favor del sistema republicano no fue más que una
estrategia a largo plazo, que pretendía acelerar un proceso de
deterioro y conflicto político que diera tiempo a organizar una
alternativa monárquica cuyo fin fuera el retorno de los Borbones al
trono español.
Así pues, la República nacía con
escasas posibilidades de éxito y ello se evidenció en el
aislamiento internacional del nuevo sistema. Salvo Estados Unidos y
Suiza, ninguna potencia reconoció a la República española, a la
que veían como un régimen revolucionario que podía poner en
peligro la estabilidad de una Europa mayoritariamente burguesa y
conservadora.
En esta primera y breve experiencia
política de régimen republicano en España distinguimos dos fases
muy diferentes:
- La República federal o de 1873
- La República autoritaria o de 1874,
iniciada tras el golpe de estado del general Pavía.
5.1 La República de 1873.
Los dirigentes políticos republicanos
más relevantes que desempeñaron la presidencia del gobierno fueron:
Figueras, Pi y Margall ( intelectual y gran teórico del
federalismo), Salmerón (catedrático de filosofía que dimitió por
motivos morales al negarse a firmar las penas de muerte para dos
cantonalistas propuestas por las autoridades militares como medida de
castigo ejemplar) y Castelar, que representaba la corriente más
conservadora del republicanismo.
El mayor problema estribó en la
aparición de varios grupos políticos en los mecanismos de la nueva
situación:
- Radicales (Martos). Se llamaban
también monárquicos posibilistas, porque creían en la posibilidad
de una democracia con república o monarquía.
- Federales. Con Pi y Margall al
frente creían en la república federal, ampliamente descentralizada,
con órganos de poder en las regiones.
- Intransigentes. Este sector estaba
dispuesto al uso de la violencia para consolidar el nuevo régimen y
llevar a cabo un programa de reivindicaciones sociales.
Tal diversidad de grupos explica la
inestabilidad gubernamental, con cuatro presidentes en once meses:
Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar.
Las principales medidas
adoptadas por los gobiernos republicanos durante 1873 consistieron en
reformas de contenido social, popular y democratizador:
• a) Supresión del impuesto de
consumos, medida desastrosa para la Hacienda estatal, pues dicho
impuesto significaba una de las principales fuentes de Ingreso.
• b) Eliminación de las quintas y
creación de un nuevo ejército formado exclusivamente por
voluntarios a sueldo. Poco después se restableció el servicio
militar obligatorio, ya que su supresión debilitó a las fuerzas
armadas en lucha entonces contra los carlistas
• c) Reducción de la edad con
derecho a voto hasta los 21 años.
• d) Separación de Iglesia y
Estado. La República dejó de subvencionar económicamente a la
Iglesia Católica.
• e) Reglamentación del trabajo
infantil, prohibiendo trabajar a los menores de 10 años en fábricas
y minas. Se trató de un intento de legislación laboral para
facilitar un desarrollo menos traumático del capitalismo.
• f) Abolición de la esclavitud en
la colonia española de Puerto Rico. Por aquellos años, la
esclavitud ya había quedado abolida en casi todo el mundo.
• g) Elaboración de un proceso
constitucional para convertir España en una república federal.
El objetivo de este proyecto de
organización autonomista del Estado era la descentralización del
país. Se preveía que cada uno de los 17 estados regionales miembros
tuviera amplia autonomía política, administrativa y económica.
Este novedoso plan legislativo fracasó y jamás llegó a aprobarse.
Los cuatro problemas
más agudos que afrontó la República del 73 fueron:
a) La
nueva guerra civil carlista.
Unos meses antes de proclamarse la
República resurgió en armas el carlismo. Esta fuerza de resistencia
a la revolución liberal rebrotó encabezada esta vez por el
autotitulado Carlos VII, nieto de Carlos Mª Isidro, con el apoyo de
unos 45.000 hombres armados.
Los carlistas nuevamente controlaron
las zonas rurales vasco-navarras, no así las ciudades, y también
encontraron algunas simpatías en Aragón, Valencia y Cataluña;
Carlos VII reconoció los fueros catalanes suprimidos por Felipe V.
El ejército carlista obtuvo inicialmente algunos éxitos militares,
y Carlos VII llegó a crear un gobierno formal con capital en Estella
(Navarra), que incluso editó sellos y acuñó monedas. Los carlistas
serían definitivamente derrotados en 1876, concluyendo así su
último intento de tomar el poder por medio de las armas.
b) Las
sublevaciones cantonales.
El cantonalismo fue el resultado del
choque entre los federales y los intransigentes. Los federales
proponían organizar el Estado desde arriba, desde las Cortes- los
intransigentes lo intentaron desde abajo, a partir de resoluciones de
los poderes locales. Estos poderes locales se proclamaron soberanos
en múltiples lugares de la geografía española.
Sevilla intentó disponer de un
gobierno soberano en el mes de junio de 1873, aunque no lo consiguió
en ese momento. El 12 de julio se proclamó el Cantón de Cartagena,
el que más tiempo se mantendría. Unos días después, seguían sus
pasos Sevilla, Cádiz, Torrevieja, Almansa, Granada, Castellón y
Málaga.
El fenómeno se extendió como un
incendio. En un solo día se produjeron alzamientos cantonales en
Valencia, Alicante, Salamanca, Bailen, Andújar y Tarifa. A veces, se
suscitaron problemas territoriales; así Loja y Jerez eran
solicitadas, cada una, por dos cantones.
No resulta fácil distinguir estos
alzamientos cantonales de los alzamientos anarquistas simultáneos,
como el de Alcoy. En los cantones participaba la burguesía local
reformista con apoyo popular; en las revoluciones anarquistas el
protagonismo era exclusivamente obrero e intentaban formarse comunas
sin propiedad privada, objetivo que nunca se plantearon los cantones.
En las proclamas cantonales se reivindicaban principios políticos
(autonomía), religiosos (separación de Iglesia y Estado y supresión
de la Nunciatura), y sociales (abolición del impuesto de consumos,
incautación por los Ayuntamientos de las fincas abandonadas).
El Gobierno de la República tuvo que
responder con el empleo del ejército; el general Pavía dirigió el
sometimiento de los cantones del Sur, Martínez Campos se puso al
frente del ejército de Levante. Sólo resistió el Cantón
Cartagena. Disponía de varios navíos de guerra y creó algunos
incidentes navales en el Mediterráneo. Hasta el 13 de enero de 1874,
tras medio año de vigencia y cuando ya había caído la República,
no pudo ser sometido por general López Domínguez.
El cantonalismo, una forma extrema de
federalismo, convirtió en una amenaza para la supervivencia de la
República y contribuyó decisivamente a su fracaso.
c) La
guerra de Cuba.
Esta isla era una de las pocas
posesiones ultramarinas que aún conservaba España; allí se
produjeron insurrecciones independentistas y enfrentamientos con las
tropas españolas.
d) Las
conspiraciones militares alfonsinas.
Isabel II había cedido sus derechos
al trono a su hijo Alfonso, ambos vivían exiliados fuera de España.
No obstante, el ejército deseaba restaurar la monarquía borbónica.
No obstante, el Ejército deseaba restaurar la monarquía borbónica
mediante un golpe de fuerza, intentándolo sin éxito en dos
ocasiones recién iniciada la República; además, en momentos de
crisis política, desconcierto y violencia, los militares españoles
siempre consideraron que encarnaban la verdadera voluntad nacional.
5.2 La República de 1874.
La primera fase de la República
concluyó el 4 de enero de 1874 cuando el general Pavía culminó un
golpe de estado rodeando con sus tropas las Cortes, que se disponían
ese día a elegir por votación un nuevo presidente de gobierno.
Varios guardias civiles irrumpieron en el Congreso, se escucharon
algunos disparos y los diputados escaparon hacia las puertas. Los
militares volvieron a decidir en el poder. Tras este golpe, el
general Serrano presidió el gobierno con plenos poderes y en
circunstancias excepcionales suspendió la Constitución de 1869 y
disolvió las cortes. Esto significaba de hecho el fin de la I
República, aunque nominalmente se mantuviera durante todo el año.
El gobierno de Serrano se convirtió en un mero prólogo de la
restauración borbónica, que se consumó definitivamente el 29 de
diciembre de 1874, cuando el general Martínez Campos proclamó a
Alfonso XII rey de España
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